Columna de Angélica Valenzuela, Directora Comercial Wines of Chile y Directora de la Fundación Imagen de Chile.
Nos jugamos una carta clave en la recordación de la Marca Chile con un producto con identidad y valor, exportando con orgullo el vino como embajador natural que marida perfecto con todo lo demás que nuestro país tiene para ofrecer al mundo.
Chile es un país de vocación exportadora en el cual, lo que cruza nuestro mar y cordillera, juega un papel determinante en nuestra demanda agregada – la que determina la salud de nuestra macroeconomía- generando empleo, regulando la inflación, la tasa de interés y la dinamización completa de la economía de nuestro país.
Ante esta declaración, Chile se enfrenta a un escenario tremendamente competitivo en el contexto global, en el que pasa a ser un jugador más, que al igual que cualquier competidor, debe diferenciarse con atributos que son propios y difíciles de igualar. Es ahí donde los productos con valor agregado, relato, imagen y una cadena que transmita confianza y seriedad, determinan el posicionamiento con que el país logra llegar a la mente de exigentes consumidores.
En marketing de promoción genérica de un producto, desde la perspectiva de los consumidores, cuando miramos al mundo estamos constantemente vinculando y asociando un país con un producto “embajador”, el cual, para generar una recordación adecuada, debe, necesariamente tener una ventaja competitiva que destacar y contener un relato acorde. Pensemos por ejemplo en Colombia con su café, Alemania con su cerveza, Francia con sus quesos o Italia con sus pastas. Si hablamos de Chile, el vino es indudablemente el producto que cumple con las características de ser un producto embajador, que destaca no solamente por la sustentabilidad en su cadena productiva completa y una calidad indiscutida, si no que además cumple el rol de producto patrimonial que eleva nuestro orgullo como chilenos y juega el papel de representante de nuestro país en las mesas de cualquier lugar del mundo.
Es ahí donde radica la importancia de relevar este producto, no solamente para seguir fomentando su consumo y promover un beneficio para cada integrante de esta cadena, si no que es algo mucho más macro: posicionar un producto que hace que la Marca Chile destaque aún más y que los valores del vino chileno como producto de orgullo nacional sean también los que se perciban al momento de pensar en Chile y en toda su canasta exportadora. Este fenómeno genera que otras industrias se vean beneficiadas y el efecto multiplicador de cascadear a otros sectores productivos dinamiza aún más las exportaciones no tradicionales de bienes y servicios chilenos.
Si hacemos el ejercicio de entrar en la mente de los consumidores globales al tener esta percepción de seguridad, confiabilidad, sustentabilidad, inmediatamente logramos conectar con sus valores propios y de lo que es “correcto” al momento de consumir. Ese es un desafío que debemos relevar como país con la toma de conciencia de que el vino es uno de sus grandes vehículos para hacerlo.
El esfuerzo es enorme. Tenemos mercados prioritarios que han alcanzado una madurez importante gracias a un trabajo de promoción genérica a través de los años como son Brasil, EEUU y China. Hoy el desafío es seguir manteniendo la presencia de Chile y además abrir nuevas fronteras para el futuro, como el caso de India, el cual, producto de un trabajo mancomunado, se realizará una Misión Público-Privada en agosto para prospectar el mercado, ver oportunidades de negociación arancelaria y generar un nuevo socio comercial de gran volumen. De la misma forma, desde la Fundación Imagen de Chile, se está haciendo un trabajo consistente entre distintos actores del sector público y privado, en el que nos han invitado a participar desde nuestra mirada y experiencia, para lograr una visión conjunta que contribuya a la competitividad de nuestro país y sus sectores productivos por medio del poder de la “Marca Chile”.
A nivel institucional, resulta clave la inversión en promoción genérica del sector. Vemos un mercado internacional tremendamente atomizado y con grandes recursos para invertir en promoción genérica, la cual trae como consecuencia este círculo virtuoso que genera empleo y dinamismo de la economía. El desafío es ir un paso más delante de los demás orígenes y seguir generando comunicación y promoción de calidad de nuestra imagen sectorial en el mundo. Para eso es necesario un compromiso institucional, gremial y del sector privado que permita hacerse camino en esta fuerte competencia, que trae numerosos beneficios al país. Sin ir más lejos, se exporta más del 70% de nuestra producción y Chile es el exportador número 1 del nuevo mundo y el 4to a nivel global. El sector genera 100.000 empleos en el país y a nivel global nos enorgullece decir que alrededor de 20 millones de copas de vino chileno se consumen al día en el mundo.
Como país nos jugamos una carta clave en la recordación de la Marca Chile con un producto con identidad y valor, exportando con orgullo el vino como embajador natural que marida perfecto con todo lo demás que nuestro país tiene para ofrecer al mundo.