México y Bolivia ya han contribuido con más de 95 toneladas de víveres y suministros para los afectados en la región de Valparaíso. Otros países anunciaron su intención de enviar ayuda en los próximos días.
La respuesta internacional no ha tardado en llegar. La semana pasada, México concretó el primer envío de 26 toneladas de víveres, incluyendo más de 2 mil cajas de raciones alimenticias como latas de atún y leche en polvo. A su vez, Bolivia contribuyó con 70 toneladas de insumos esenciales, tales como harina, arroz, aceite, azúcar, fideos y agua, durante el fin de semana.
La cooperación entre países frente a emergencias es una práctica habitual en nuestra historia moderna, pero que se remonta varios siglos en el pasado. En un contexto donde los fenómenos climáticos extremos son cada vez más frecuentes, se trata de un pilar esencial a la hora de ir en ayuda de las comunidades afectadas.
Es la situación que hoy atraviesa Valparaíso, enfrentando una de las peores catástrofes naturales de nuestro país desde el terremoto de 2010. Los incendios forestales en la región, que han afectado principalmente a las ciudades de Viña del Mar y Quilpué, han resultado en más de 130 personas fallecidas, la destrucción de más de 150 hectáreas y 200 viviendas reducidas a cenizas.
Frente a esto, la respuesta internacional no ha tardado en llegar. La semana pasada, México concretó el primer envío de 26 toneladas de víveres, incluyendo más de 2 mil cajas de raciones alimenticias como latas de atún y leche en polvo. A su vez, Bolivia contribuyó con 70 toneladas de insumos esenciales, tales como harina, arroz, aceite, azúcar, fideos y agua, durante el fin de semana.
Desde Estados Unidos -que a mediados de 2023 llegó a reportar casi 90 incendios simultáneos- ya se han realizado dos donaciones de material y equipos de seguridad para el combate de los incendios, como mangueras, botas, guantes y esclavinas, y otros países han mostrado su disposición de aportar con recursos económicos y materiales.
La importancia de la cooperación
El año pasado, Chile también sufrió episodios de incendios, donde países como España, México, Argentina, Colombia, Ecuador, Brasil y Venezuela aportaron con distintos medios al combate contra el fuego, con equipos de brigadistas, bomberos y especialistas en el manejo de este tipo de emergencias.
Para el terremoto de 2010, más de 30 países aportaron con ayuda humanitaria, además de entidades multilaterales como la Organización de Estados Americanos (OEA), la ONU y la Unión Europea. El sector salud fue uno de los que recibió más ayuda internacional.
En situaciones anteriores, Chile también ha sido un activo colaborador ante emergencias en otros países. En noviembre de 2023, nuestro país envió a Bolivia indumentaria para hacer frente a los incendios que azotaron al país vecino, incluyendo cascos, pantalones y camisas ignífugas, guantes, raciones de alimentos, agua mineral, entre otros.
De igual modo, durante el año pasado se realizó un aporte de US $200.000 para colaborar con la asistencia humanitaria para la población civil en Gaza y los territorios palestinos afectados por el enfrentamiento armado en la región, y en marzo de 2022, nuestro país envío a Ucrania US $100 mil provenientes del Fondo Chile contra el Hambre y la Pobreza, para ayudar en el contexto de la invasión rusa a ese país.
Ayuda en tiempos de catástrofes
Según lo indica la Biblioteca del Congreso Nacional, se pueden distinguir dos tipos de ayuda: la que proviene de la acción humanitaria de grupos y ONGs no gubernamentales y la ayuda directa de gobiernos, ambos con sus propios lineamientos y protocolos a la hora de cooperar.
La mayoría de los países entregan la ayuda que se adecua al contexto socioeconómico que tiene, la capacidad que poseen de entrega y la magnitud del desastre. Esto se ha vuelto más coordinado y sistemático con el tiempo, abarcando crisis que van desde desastres naturales a conflictos armados, crisis de refugiados, pandemias y otras emergencias humanitarias.
Se trata no sólo de una expresión de solidaridad humana sino también un elemento esencial para el desarrollo sostenible, la estabilidad global, y la construcción de un mundo más resiliente y preparado para enfrentar futuras crisis.