El general Manuel Baquedano es, o era, uno de los héroes nacionales chilenos, reconocido por ser el comandante del ejército que derrotó al Perú en la Guerra del Pacífico. Durante casi un siglo, su estatua ecuestre de bronce se ha destacado en la plaza que representa el corazón emocional de Santiago, un lugar de reunión tanto para fanáticos del fútbol como para manifestantes.
A pesar de ello, cuando Chile se vio inmerso a finales de 2019 en una explosión de violento vandalismo y protestas pacíficas masivas, la estatua se convirtió en un blanco, como el símbolo de un orden establecido y mantenido por algunos que se había vuelto intolerable. Después de haber sido cubierta con pintura en espray e incendiada repetidamente, la noche del 12 de marzo tropas del ejército la retiraron de la plaza para restaurarla.
Para los conservadores, su retirada representaba la derrota del gobierno de centro-derecha de Sebastián Piñera, a manos de la muchedumbre. Sin embargo, es posible que el símbolo más poderoso sea el pedestal de piedra vacío que dejaron los soldados. Chile se está embarcado en un proceso potencialmente constructivo de redefinición, y el 10 y 11 de abril elegirá una convención que redacte una nueva Constitución. Muchos esperan que esto aísle a los “violentos” y forje un nuevo contrato social que cree un país más justo, pero todavía al alero del capitalismo.
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