La revista TIME la acaba de incluir entre los 50 lugares más increíbles del mundo, y la revista Conde Nast, entre los 22 lugares que visitar en 2022. Ubicada a 3.700 kilómetros de Santiago, en pleno océano Pacífico, Rapa Nui es uno de los lugares más recónditos del mundo, y alberga parte de las mayores riquezas arqueológicas de toda la Polinesia. Los moai, gigantescas estatuas de piedra ubicadas en toda la isla, se habrían construido entre el año 1200 y el 1500 d.C., y son patrimonio cultural de la humanidad. Luego de más de dos años cerrada al turismo debido a la pandemia, la remota isla reabre para que el mundo vuelva a descubrir y deleitarse con sus misterios y maravillas. ¡Iorana!
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Hanga Rau (Anakena): Esta playa se ubica a 18 kilómetros del centro urbano de Hanga Roa, y a ella se llega a través de la carretera que atraviesa la isla. Fue el primer asentamiento humano de Rapa Nui, donde desembarcó el primer Ariki (jefe) de la isla, Hotu Matu’a, y, por lo tanto, es considerado la cuna de la historia de Rapa Nui. En esta playa de arena blanca, donde predomina la palma cocotera traída de Tahiti, se encuentra el Ahu Nau Nau. Esta plataforma de 7 moais fue restaurada entre 1978 y 1980, y su estado de conservación era muy elevado al haber estado cubierta por una duna de arena. Durante la restauración de este ahu (plataforma), se descubrió que los moai tenían ojos de coral, y se encontró el ojo completo más grande hallado hasta la actualidad, que hoy es exhibido en el Museo Antropológico Rapa Nui.
Ahu Tongariki: no sólo es la postal más icónica de Rapa Nui, sino que se trata del mayor centro ceremonial de toda la Polinesia. Ubicado a aproximadamente 20 kilómetros de Hanga Roa, el momento ideal para visitar este lugar es al amanecer, una de las experiencias más sobrecogedoras para los visitantes, y elegido recientemente en el top 10 de los amaneceres más lindos del mundo. Los 15 moai del Ahu Tongariki fueron derribados en el siglo XVII, además de ir sufriendo las inclemencias del clima a lo largo del tiempo, destacando especialmente el megaterremoto y tsunami de mayo de 1960, cuyos efectos golpearon a la isla y arrasaron con estos vestigios. En octubre de 1992 se inició su restauración, trabajo que fue concluido en 1996 gracias a la cooperación de arqueólogos chilenos y de otros países, y del pueblo rapanui. A cargo de su restauración estuvieron los arqueólogos de la Universidad de Chile, Claudio Cristino -quien también fue director del Museo Antropológico de Rapa Nui-, y Patricia Vargas.
Rano Raraku: muy cerca de Tongariki (a un kilómetro de distancia) se encuentra el volcán Rano Raraku, que contiene una laguna en su cráter. Este volcán es clave en la historia de Rapa Nui, dado que sus laderas eran la cantera donde se elaboraban los moai, para luego trasladarlos a toda la isla de una forma que aún es discutida y genera controversia. En ese lugar todavía hay 397 estatuas en distintas fases de tallado, lo que permitió a los investigadores que la restauraron comprender su proceso de construcción. En esta cantera se encuentra el moai más grande hallado en la isla, Te Tokanga, que tiene una altura aproximada de 21 metros y un peso estimado de 250 toneladas, según el estudio del arqueólogo Claudio Cristino.
Ahu Akivi: Ubicada 9 kilómetros al norte de Hanga Roa, esta plataforma de siete moai fue el primer sitio ceremonial restaurado de Rapa Nui, marcando un punto de inflexión en la isla, dado que fue la primera vez en 150 años en que los isleños pudieron contemplar de nuevo un ahu con todos sus moai de pie. Este trabajo fue realizado en 1960 por un equipo encabezado por el estadounidense William Mulloy, uno de los arqueólogos que viajó a la isla con la expedición de Thor Heyerdahl en 1955. Esta es una de las pocas plataformas erigidas en el interior de la isla (la mayoría está cerca del mar), pero es clave. Se trata de los únicos moai que miran al mar en toda la isla, aunque en realidad están orientados hacia la explanada donde antiguamente había una aldea, protegiendo a sus habitantes. Además, se dice que tiene una importancia astronómica debido a la alineación de su plataforma de norte a sur.
Maunga Terevaka: es el volcán más grande y más joven, y es el punto más alto de la isla, con una altura de 511 msnm. Se puede subir ya sea a pie o a caballo en un recorrido de un par de horas que comienza desde Ahu Akivi, con pocos árboles en su camino. Desde su cima hay una vista en 360° al océano Pacífico que, observado con la luz especial del amanecer o del atardecer, permite contemplar la curvatura de la Tierra. No tiene sólo un cráter, porque su origen se debe a numerosas erupciones provenientes de un sistema de pequeños conos parasitarios.
Cuevas y cavernas: los flujos de lava volcánica que dieron origen a la isla, crearon también un complejo sistema de tubos de lava que recorren gran parte de su subsuelo. Una de las imperdibles es Ana Te Pahu, ubicada en las faldas del volcán Terevaka, en la zona de Roiho. También es conocida como la cueva de los plátanos, debido a la gran cantidad de estos árboles que se encuentran en su entrada, y fue utilizada por los antiguos habitantes como refugio. Otra de las más conocidas es Ana Kakenga, o la cueva de dos ventanas, creadas por la salida del flujo de lava al mar, a unos 30 metros de altura. Esta cueva es de difícil acceso, debido a que su entrada es muy angosta y a ras de suelo.
Puna Pau: este volcán secundario ubicado a aproximadamente 7 kilómetros de Hanga Roa también tiene una relevancia histórica para la cultura rapanui. Porque si en Rano Raraku se tallaban los moai; en Puna Pau se elaboraban los pukaos, o tocados rojos que se instalaban en la cabeza de estas estatuas. El interior del cráter es fuente natural de escoria roja, una piedra volcánica blanda que servía de material para elaborar estos tocados, así como una diversidad de otros artefactos que permitieron el desarrollo de la cultura rapanui, como recipientes, materiales de cocina, y artesanías.
Rano Kau: aunque por el momento se encuentra cerrado a visitas, Rano Kau es uno de los lugares más significativos de la isla. Ubicado a 6 kilómetros de Hanga Roa, a más de 300 msnm, tiene el cráter más grande de la isla (1,6 kilómetros de diámetro) con una laguna de agua dulce en su interior. Su origen se remonta a un proceso eruptivo que habría ocurrido hace unos 2,5 millones de años. Dentro y fuera de su cráter se han encontrado cuevas, petroglifos y cimientos de viviendas, vestigios que muestran que el volcán tuvo gran relevancia en la vida de los antiguos habitantes.
Aldea ceremonial de Orongo: ubicada en el borde más angosto del Rano Kau se encuentra esta aldea ceremonial, compuesta por 53 casas, relacionada con el culto del Manutara (el ave sagrada de Rapa Nui) y la competencia del Tangata Manu (hombre pájaro). Su uso era estacional, dado que se utilizaba solo durante algunas semanas al año, en el inicio de la primavera. Allí se desarrolló un tipo de habitación en base a piedra laja, aunque su diseño recuerda al de las hare paenga (casas-bote), comunes en el resto de la isla. Orongo es también el principal sitio de arte rupestre de Rapa Nui, con centenares de petroglifos de hombre pájaro que revelan la importancia que alcanzó. Se cree que la aldea comenzó a ser ocupada en el siglo XV, aunque la ceremonia del Tangata Manu fue adquiriendo mayor relevancia en los siglos posteriores.
Complejo Tahai: ubicado al norte de Hanga Roa, este conjunto arqueológico no sólo es uno de los asentamientos más antiguos de la isla, sino que también es uno de los escenarios más impactantes, desde donde se puede disfrutar del mejor atardecer de Rapa Nui. Este conjunto arqueológico tiene tres plataformas ceremoniales. La primera de izquierda a derecha es Ahu Vai Uri, sobre la cual se erigen cinco moai; luego está Ahu Tahai, con un moai solitario de unos 4,5 metros de altura, la más antigua de las 3 plataformas; y finalmente Ahu Ko Te Riku, sobre el cual se erige un solo moai (de 5 metros de altura), que fue restaurado con todos los elementos que llevaban estas estatuas terminadas, es decir, un pukao (tocado), y réplicas de ojos de coral, convirtiéndose en el único moai que hoy tiene ojos en la isla. Este complejo fue restaurado entre 1968 y 1970. Frente a él descansan los restos de quien fuera el precursor de la restauración de la isla, William Mulloy.
Joyas ocultas:
Costa norte: sólo se puede visitar a pie, en un recorrido de 15 kilómetros (6 horas aproximadamente) que va desde Ahu Akivi por toda la costa oeste de la isla hacia el norte terminando en la playa Anakena. Por su difícil acceso y ausencia de camino, es la costa mejor conservada y el área de mayor concentración de sitios arqueológicos de la isla, con arte rupestre, plataformas, entre otros atractivos que sólo se podrán encontrar de la mano de un guía local.
Poike: este poco conocido volcán contiene mucha arqueología y petroglifos, y sitios notables como la llamada Cueva de las Vírgenes, y espectaculares acantilados. No hay camino, por lo tanto, este recorrido sólo se puede hacer a pie, en una caminata de 5 horas.