Cuando José Luis Calfucura recuerda los viajes de su niñez al ancestral corazón mapuche de La Araucanía, un exuberante paisaje de lagos color esmeralda y volcanes que echan humo en el centro-sur de Chile, sus recuerdos incluyen a menudo dientes morados.
«Los adultos nos decían a los niños que fuéramos a buscar maquis solo para que pudieran reírse de los resultados», dice. «Después de comerlos, terminábamos con toda la cara pintada de púrpura».
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