La nominación al Oscar del documental chileno ‘El agente topo’ (disponible en Netflix) nos da la excusa perfecta para pasar revista a la cinematografía reciente del país vecino, que goza de una envidiable salud.
Más que para renovar el deseo de volver a tener un acceso soberano al Océano Pacífico, la conmemoración del 23 de marzo, el Día del Mar, suele ser infalible para avivar el sentimiento anti chileno en Bolivia. Al menos durante los días inmediatamente previos y posteriores al aniversario de la batalla de Calama en la Guerra del Pacífico, las pompas chauvinistas consiguen lo que los políticos de este país son incapaces de hacer: unir a los bolivianos en torno a un solo sentimiento.
Lástima que ese sentimiento sea el odio, el odio a nuestros vecinos transandinos, a los que culpamos de (casi) todas nuestras desgracias. De ahí que se nos antoje tan pertinente dedicarle este espacio a la admiración y el cariño que muchos bolivianos tenemos por los chilenos, en particular, por su cultura. No por nada suele decirse que el mejor antídoto contra el odio es la cultura. Así que ahí vamos.
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