“¿Qué precio tiene poder cantar [a su hijo] por la noche? ¿Qué precio le pones a poder salir a pasear, a respirar, después de un día de trabajo? (…) ¿Qué precio le pones a pasar tiempo con tu familia o solo, a tener tiempo para pensar? Eso, desde luego, no lo contemplan los índices de productividad estandarizados”. El 23 de agosto de 2022, desde el palacio presidencial, el presidente chileno, Gabriel Boric, resucitó una medida destinada a reducir la jornada laboral de las 45 horas semanales actuales a 40 horas semanales con el mismo salario. Una promesa de campaña hecha por el presidente más joven de la historia del país, que actualmente tiene 37 años, y que allana el camino para un cambio cultural en Chile por el que la vida no sólo debe estar dirigida por el trabajo.
El martes 11 de abril, los legisladores chilenos aprobaron por abrumadora mayoría el proyecto de ley que reduce las horas semanales de trabajo, tras su paso unánime por el Senado el 21 de marzo. Fue el resultado de un diálogo y una cooperación poco frecuentes entre los partidos políticos. El Congreso chileno suele ser escenario de tensiones periódicas, que a menudo se traducen en reveses para el gobierno, como el rechazo de una reforma fiscal el mes pasado. En total, casi 5 millones de trabajadores del sector privado se ven afectados. Los empleados del sector público, a los que se aplica la semana laboral de 44 horas, serán objeto de otro proyecto de ley. En cuanto al 27% de los trabajadores del sector informal, básicamente se les ha pasado por alto.
Autor: Flora Genoux
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