“La riqueza de la historia humana está en el conocimiento, no en borrar aquello que no nos gusta”


La escritora, reconocida feminista, descendiente de emigrantes judío-rusos provenientes de Ucrania, habla de su historia de desarrraigo y cómo esto la fortaleció para levantar su voz en el mundo literario.

“Las mujeres seremos siempre las primeras en caer y tenemos que estar alertas”.

Carla Guelfenbein Dobry es sin duda una de las escritoras chilenas más prolíficas. Ha publicado 8 novelas y ha sido traducida a 17 idiomas. Obtuvo el Premio Alfaguara de Novela 2015 por su obra “Contigo en la distancia”.
Al momento de esta entrevista, se encontraba en Santiago luego de un largo viaje por Japón e Inglaterra. En este último país —donde vivió gran parte de su adolescencia y juventud— ofreció una clase magistral en la Universidad de Londres, organizada por la embajada de Chile en UK. A ello se sumó su participación como invitada al Festival Literario de la Universidad de Oxford y el Financial Times, donde fue entrevistada por Ian Goldin, uno de los historiadores y economistas más importantes del mundo.

Esta conversación con Fundación Imagen de Chile fue en el departamento de la autora en Santiago, antes de volar a Argentina, para participar en la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires, en un panel con los reconocidos escritores chilenos, Andrea Jeftanovic y Pablo Simonetti, el sábado 6 de mayo.

La historia de Guelfenbein está marcada por el desarraigo. Durante la Segunda Guerra Mundial su familia —de origen ruso-judío— se vio forzada a emigrar de Ucrania, escapando de la persecusión étnica y los linchamientos masivos. Algunos miembros de su familia arribaron a Estados Unidos, otros a Argentina.

Los abuelos de Carla desembarcaron en Chile. “Llegaron creyendo que éste sería su hogar para siempre, pero una generación más tarde mis padres fueron expulsados, ya no por ser judíos, sino que por sus ideas políticas”.

La madre de Guelfenbein, Eliana Dobry, profesora de filosofía de la Universidad de Chile y militante socialista, fue detenida en 1976 y durante tres semanas no se supo de su paradero. Tras su liberación, vendría un largo exilio en Inglaterra.​

“En ese país viví situaciones trascendentales en mi vida: allá murió mi mamá; estudié dos carreras (biología en la Universidad de Essex y diseño en St Martin’s School of Arts) y perdí la virginidad, sin embargo, nunca llegué a ser ni a sentirme inglesa. Luego, cuando pude volver a Chile, experimenté esa misma disparidad, la sensación de no pertenecer a mi país de nacimiento... Toda mi vida he sido una especie de huérfana, lo que me produce una profunda tristeza aunque, al mismo tiempo, ha sido precisamente ese sentimiento de orfandad el que me ha dado la fortaleza para superar muchísimas barreras, como empezar a publicar mis libros recién a los 40 años. Algunas personas decían, ¿qué hace esta señora de su casa escribiendo? Y así me fui encontrando con una infinidad de prejuicios, muchos de los cuales aún perduran, aunque no dejo que me persigan”.

La escritora Carla Guelfenbein conversa con Lenka Carvallo Giadrosic, periodista de Fundación Imagen de Chile.

—Una de esas barreras fue el machismo de los circuitos literarios, ¿cómo recuerda esos comienzos?
—Durante las ferias literarias internacionales, por ejemplo, los paneles de discusión estaban compuestos por puros hombres donde a veces, con suerte, me tocaba ser la única mujer. Las mujeres no éramos parte del centro de lo que se llama ‘literatura’ sino seres marginales. Las cosas han cambiado bastante en los últimos años; tenemos presencia en algunos jurados y las escritoras la llevan; en particular las latinas se están ganando todos los premios. Así, de estar históricamente marginadas, hoy habitamos un centro más amplio, donde se toman decisiones.

—Todo esto gracias a la cuarta ola feminista y movimientos como el Me Too de hace algunos años…
—Aunque ojo: no se trata de territorios ganados a perpetuidad; en todas las dictaduras, en los avances fascistas y del conservadurismo, los primeros derechos que son coartados son los de las mujeres, las minorías LGTB o las étnicas.
Suspira.

“Hay una fragilidad gigante para todas las mujeres; es cosa de ver lo que acaba de pasar en EE.UU. con el aborto; algo impensable. Las mujeres seremos siempre las primeras en caer y tenemos que estar muy alertas. Debemos luchar contra la imagen que se ha instalado de nosotras, del famoso “deber ser”, como la maternidad, algo que ya cuestionó Simone de Beauvoir en 1943 con el Segundo Sexo, y que se convirtió en su obra más criticada, pues trataba de algo intocable para las saociedades machistas y conservadoras.

—Aunque también han surgido movimientos ultra feministas que han llegado a cancelar a antiguos autores hombres, proscribiendo sus obras, incluso, reescribiendo algunas de ellas.
—Estoy en completo desacuerdo. La cancelación es una forma de autoritarismo, venga de donde venga. Es lo que hizo Hitler, que reescribió la historia de Alemania. No podemos ser cómplices. La riqueza de la historia humana está en el conocimiento, no en borrar aquello que no nos gusta.

Una de las fundadoras del colectivo Autoras Chilenas (Auch!), que reúne a mujeres en torno a la cadena del libro, a lo largo de sus viajes a ferias internacionales y para presentar las ediciones traducidas de sus libros, Carla Guelfenbein ha cultivado una potente amistad con escritoras de reconocimiento mundial y también declaradas feministas, como la norteamericana Siri Husvedt (Premio Princesa de Asturias) y la nicaragüense Gioconda Belli. Esta última, expatriada a comienzos de este año por el régimen autoritario del país caribeño.

“Hoy Nicaragua atraviesa por uno de los momentos más oscuros de su historia; una dictadura que persigue y hace desaparecer personas. Lo más terrible es que quienes están en el poder son los propios compañeros de Gioconda, quienes ahora la despojaron de su nacionalidad y todos sus bienes. Pero nuestro Presidente Gabriel Boroc le ofreció la nacionalidad chilena, que ella aceptó, lo que es un orgullo para nosotros como país y la demostración de nuestras profundas convicciones democráticas”.
En cuanto a la norteamericana Siri Husvedt, apunta: “Con ella hemos conversado muchísimo sobre el costo que ha debido pagar como mujer en la literatura. Ella siempre¿estás segura que la escribió tu marido? cuenta que cuando llevó su primera novela ante un editor, éste le dijo: O sea, ésa es la pregunta con la cual ella inició su carrera, la que ha debido defender constantemente. Entonces, claro, desde afuera se puede decir: la suerte que tiene Siri Husvedt de estar casada con uno de los escritores más importantes del siglo XX, Paul Auster. ¡No, al contrario! Su camino ha sido muy difícil justamente por eso, porque para mucha gente es la esposa de Paul Auster, no Siri Husvedt. Para ella esto es algo que no se acaba nunca.

—Por lo mismo que hemos venido hablando, ¿será que las escritoras mujeres son hoy las portadoras de una voz de alerta, de denuncia ante la vulneración de nuestros derechos en los distintos lugares del mundo?
—Por el mismo hecho de estar lidiando día a día con un enemigo que es el patriarcado, el machismo, los femicidios… Por el mismo peligro que es para cualquier mujer salir a la calle de noche en cualquier ciudad del mundo, porque desde que nos salieron senos es que debemos estar alertas, que inevitablemente nos hemos convertido en una suerte de luchadoras, siempre atentas ante fenómenos sociales como las dictaduras, las autocracias, o amenazas a nuestros derechos. Como escritoras tenemos menos miedo a levantar la voz. Ese es el rol que hemos estado jugando.

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