“La poesía y los DD.HH han estado juntos desde el comienzo de los tiempos”


El poeta vivo más importante de Chile, quien este 29 de abril se presentará en la FILs Buenos Aires 2023 señala:

“En un mundo de víctimas y victimarios, el poeta es la primera víctima y el primero que se levanta para decir que, no obstante todo, vendrán nuevos días”.

A la sombra de su tupido jardín, con el viento otoñal abriéndose paso entre los árboles, Raúl Zurita Canessa se expresa prácticamente a susurros, aunque con palabras intensas. “Poesía y Derechos Humanos son la misma cosa”, afirma de entrada quien probablemente sea el poeta vivo más importante de nuestro país. Y prosigue: “La poesía y los Derechos Humanos han ido juntos desde el comienzo de los tiempos; tiene que ver con esa mezcla que somos de horror y de maravilla que nos acompaña siempre”.

Autor de Purgatorio (1979), Anteparaíso (1982), La vida nueva (iniciado en 1982 y que concluyó definitivamente en 2018), Canto a su amor desaparecido (1985), INRI (2003) y Zurita (2011), por mencionar algunas de sus obras. Entre su larga lista de distinciones están el Premio Nacional de Literatura (2000), el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana (2020) y el Premio Iberoamericano de Poesía Pablo Neruda (2016).

Claro que también han sido sus acciones de arte las que lo han elevado a la estatura de una leyenda viviente. Para la publicación de su primer libro, Zurita apareció en portada luciendo una cicatriz en una de sus mejillas, producto de una auto quemadura. O cuando se echó amoníaco en los ojos y casi queda ciego. O ese 2 de junio de 1982, el día en que los quince primeros versos de su poema La vida nueva fueron escritos con humo blanco sobre el cielo de Nueva York, a través de cinco aviones. La fama de rockstar literario lo acompañó también en los días del estallido social de octubre de 2019, cuando una foto suya caminando con la bandera chilena en alto entre la multitud, fue viral en las redes sociales.

El sábado 29 de abril, con Santiago como ciudad de honor en la FIL Buenos Aires 2023, Raúl Zurita recitará su afamado Canto a su amor desaparecido, considerado un grito de resistencia ante las dictaduras militares que sufrió el continente entre 1970 y 1990. Una lectura personal, donde recordar que la historia del continente latinoamericano está marcada por la violencia, la opresión y el hambre.

—Interesante lo que decía sobre la unidad entre poesía y los derechos humanos, ¿en qué más se relacionan?
—La poesía es la esperanza del que no tiene esperanza, el amor de lo que carece de amor, ese hilo tenue que te hace, no obstante todo, persistir y persistir en la vida, hasta el punto que algunos no lo han aguantado. Porque la historia de la poesía es también una historia trágica; hay relatos que son terribles. Vámonos a los griegos, a La Ilíada, que es de una violencia brutal

Se queda pensando y, mirando fijo, sentencia: —El mayor poema habría sido que esos libros tan terribles nunca se hubiesen escrito; significaría que lo que se estaba narrando nunca pasó, sin embargo, a la poesía le toca cargar con todas esas fallas. Hay una frase terrible que está precisamente en la Ilíada: ‘Es como si los dioses se complacieran en traernos sufrimiento porque les encanta como suenan nuestros cantos’. Porque el canto nace también del dolor (…). Algunos dicen que sin herida no hay arte, y es posible que así sea, porque si está todo cerrado, la poesía no tendría por dónde salir… Pero uno no solamente habla de sus heridas, sino que la poesía va recordando todos esos momentos en que un hombre le quitó el pan a otro, hasta nuestros días. Me refiero a la poesía entendida como el arte en general.

“Sufrí unas feroces golpizas, pero no padecí la tortura”
El 11 de septiembre de 1973 Zurita se dirigía hacia la Universidad Técnica Federico Santa María de Valparaíso, donde estudiaba Ingeniería Civil en Estructuras, cuando lo tomaron preso los militares. Fue a partir de ese momento que la historia del entonces joven militante comunista tomó otro giro.

¿Lo estaban buscando los agentes de la dictadura?
—No, fue totalmente casual; ellos andaban detrás de cualquier cosa que se moviera y yo tuve la mala suerte de estar en el lugar equivocado en el momento equivocado. Me tomaron cuando yo trataba de ir a la universidad a las 6 de la mañana porque había pasado toda la “noche en blanco” y quise llegar a tomar desayuno. Me llevaron y fue todo horrible; sufrí unas feroces golpizas, pero no padecí la tortura, quiero dejarlo claro; eso a mí no me pasó. Fue un tiempo de bárbaros. Todo el mundo se acuerda del miedo, del horror, de la inseguridad física, pero nadie menciona la pobreza. Como ya no pude ir a la universidad y estaba sin trabajo, el hambre era insoportable. Tenía mujer, tres hijos y necesitaba conseguir dinero como fuera. No pensaba escribir, para nada, me importaba un pepino, pero en la desesperación escribía y escribía… Creo que me hice poeta a partir de la desesperación, y la desesperación concreta. Después la poesía fue para mí una forma de no resignarme, de no volverme loco… Publiqué recién en 1979. Se me ocurrieron las cosas más dementes, como escribir en el cielo, y lo hice realmente. Fue increíble. Todas esas demencias me sostuvieron en pie ante la angustia y, sobre todo, la pobreza”. Esa fue la época en que Zurita formó el Colectivo de Acciones Artísticas (CADA), junto a Lotty Rosenfeld y la escritora y Premio Nacional, Diamela Eltit, su segunda esposa y con quien tuvo a su cuarto hijo. “Fue un tiempo, y esto va a sonar raro, oscuramente apasionante. Era un tiempo tan oscuro que lo único que tenías era al amigo o la compañera, porque afuera todo era horrible. Me acuerdo de esas conversaciones al borde del toque de queda, donde se podía bucear en esa hondura de lo que somos, y es increíble porque despertó una solidaridad entre nosotros, una fraternidad… Íbamos cruzando la noche, agazapados unos con otros. Esa época es parte de mí”.

En el jardín de su casa, el poeta Raúl Zurita conversa con la periodista de Imagen de Chile, Lenka Carvallo

—Esos fueron también los tiempos de sus ya míticas expresiones de arte, cuando atentó contra su propia integridad física.
—Yo nunca hice una performance, como se llama ahora. Las cosas que realicé fueron absolutamente solitarias, encerrado en una pieza, sin público, nada. ¿Qué hacía con la desesperación? Porque nosotros (los artistas) tampoco somos capaces de soportar tanta oscuridad y, de soportarla, es porque no obstante todo hay algo que brilla en alguna parte, un amor, el rostro de alguien que amas, cosas muy simples y, al mismo tiempo, las más profundas del mundo. El rol de los poetas, como el de los cantores, es mantener como sea el ánimo, y el alma también.

—¿Lo logró?
—Bueno, estoy acá, sobreviví a mi propia autodestrucción… En un país donde desapareció tanta gente, todos los demás hablamos desde la condición de sobrevivientes, porque podría haber sido cualquiera de nosotros. En un mundo de víctimas y victimarios, al poeta precisamente le corresponde ser la primera víctima. Pero también el primero que se levanta para decir que, no obstante todo, vendrán nuevos días. Para mí, es la conjunción entre desesperación y esperanza…

¿Cómo interpreta el avance del fascismo y las autocracias hoy en el mundo?
—Es un mundo bastante desesperanzador, que nos afecta a todos. En la guerra hay escenas tan desgarradoras, terribles. En Ucrania, recuerdo haber visto una casa totalmente demolida, con una viejita adentro que apenas se podía mover; uno de los socorristas le toma la mano, pero se tienen que ir y ella le dice: ‘Por favor, quédese un poco más, porque cuando usted se vaya a mí me quedará solamente la noche y el terror; ésta era mi casa, donde he vivido siempre, y ahora me voy a morir sin siquiera alguien que me tome de la mano…’. Ante escenas de dolor tan reales, uno se inclina. En este mundo lleno de bombas y de locura, los vivos somos sobrevivientes… Si sobrevivimos para bien o para mal, es lo que está por verse. El arte en este sentido es la representación más tremenda, terrible y exacta del mundo en el que vivimos. Y el que se haga arte ya es algo. Hace una pausa. “Se habla mucho de la memoria, de que esta generación no tiene memoria; no creo que sea así. Por canales misteriosos, todo se recuerda”.

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